Vaya por delante que no considero que Operación Triunfo sea tan sólo un concurso televisivo. Que la solución a las críticas que recibe no pasa por un simple "Si no te gusta, no lo mires" o por el típico "No hay que darle tanta importancia. Es sólo televisión". Que el impacto que produce tiene repercusiones más allá de la audiencia que lo mira (y que le otorga esas cuotas de pantalla súper-rentables). Operación Triunfo también es millones de discos vendidos, revistas, artículos, noticias en la prensa del corazón, camisetas, publicidad, marketing, industria, conciertos masivos, opinión. Todo aquello que afecta (en mayor o menor medida) a nuestra cotidianidad y a nuestra cultura.
Supongo que todos estaremos de acuerdo en que Operación Triunfo es, en definitiva, un negocio perfecto que mueve muchísimo dinero a costa de lo que denominan "entretenimiento" y que se sustenta en una excusa tan mezquina como es la de enseñar a sus participantes a ser cantantes profesionales. Dudo mucho que a alguno de los responsables del concurso le importe qué pueden llegar a ser sus alumnos en el terreno artístico. Aquí lo único que importa son los beneficios que se pueden llegar a generar con la fórmula del fast food aplicada al mercado musical.
Operación Triunfo desaprovecha todos los ingredientes interesantes que pueda tener en pro de la continúa generación de dinero. Tratando a los participantes como a la mercancía que hasta podrán exportar si hay un poco de suerte, se desaprovecha el posible talento que puedan tener los concursantes (que, por otra parte, ya saben qué es lo que buscan cuando acceden a los cástings). Y, lo que es aún peor, frecuentemente se juega a hacer creer a éstos que tienen talento para que después descubran que para lo único que sirven es para salir en portadas de revistas, discutir en los programas de Ana Rosa o pudrirse en una isla desierta. En este sentido, Risto Mejide parece el único personaje crítico que habla alto y claro. Pero su problema radica en su ya conocido discurso morboso, sospechoso y cómplice que hace duplicar la audiencia de Operación Triunfo, y que le hace perder gran parte de su credibilidad.
Todo lo que se podría aprender con este concurso se va al traste día a día, y hace que la enorme cantidad de horas que se le dedican resulten totalmente vacías en cuanto a contenidos musicales. Por ejemplo, se me ocurre que podrían hacer reportajes que explicasen los temas que cantan los participantes: quién es su autor, de qué hablan sus letras... Datos que ayudasen a aquél que mira Operación Triunfo a tener más criterios para valorar una actuación o poderse aficionar a un grupo de rock del que desconocía su existencia "hasta que vio a Bisbal cantar una canción suya". Y así también podríamos tener un poco de programación dedicada a la música en nuestras cadenas de televisión privadas.